viernes, 20 de septiembre de 2013

Egolatrías


Dicen que el Ego existe.
Hay por allí algunos inquietos observadores que andan por el mundo hablando de él.
O, más precisamente, hablan de sus vicios. Porque parece que es un vicioso olímpico.
Y carga con todos los anti-valores que supimos conseguirle para estar seguros que nunca,
pero nunca, nos contagiaremos.

El solo verlo nos pone en la vereda de enfrente, a buena distancia de caer 
en sus tentadoras ofertas. Pero el muy bicho Ego, con algunos años en el lomo,
ha desarrollado sagacidad y audacia. Como Dios, cualquier Dios,
el que más te guste o escuches, ha sabido tomar prestados ropajes y señales
para hacerse amigable, común, casi uno más entre nosotros.
Un habitual compañero de ruta.

Claro que el Ser Humano, Hijo Supremo de una Perfección
que sólo se rinde ante esa Creación, 
puede darse cuenta cuándo está en presencia de un igual real o de un farsante disfrazado.
Ha sido diseñado teniendo en cuenta esa necesidad.

Las claves requeridas están bien guardadas, en el interior más profundo,
en recónditas cavernas a las que solo puede acceder el Sentimiento y activarlas,
hablando el lenguaje Sincero con la Intuición,
 a quien le fue encomendada la celosa guarda de las puertas de esas cavernas ….




Como todo órgano vivo,
el Sentimiento debe ser
 bien alimentado
 si se quiere que su respuesta sea ágil, elástica y, en definitiva,
 eficiente con nuestras  necesidades.
Si no, ya lo hemos visto  suficientemente,
 el Ego puede negociar
 con la Intuición, conseguir
 que mire para otro lado,
 y hacernos confundir recurrentemente.



Así, tantas personas poderosas, responsables, inteligentes, honestas, solidarias,
enfáticas y necesarias, parecen ególatras. Y no siempre lo son. O lo están siendo.

El Sentimiento, sólo Él, puede activar las claves para entender, comprender,
todo lo Humano en su Justa Dimensión. Todo lo demás es anécdota. 
Incluida la pobre falacia del Ego buscando un lugar en el mundo. En este mundo. El Nuestro.


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